Edmundo D´amicis
Amo el nombre gentil, amo la honesta
aura del rostro que del pecho arranca.
Amo la mano delicada y blanca
que mi lloro a secar acude presta,
los brazos donde yo doblo la testa
que a mi trabajo sirven de palanca.
amo la frente pura, abierta, franca,
donde toda virtud se manifiesta.
Pero amo mucho más la voz sencilla
que el ánimo conforta entristecido,
convenciendo y causando maravilla.
La voz que cariñosa hasta mi oído
llega al alba a decirme dulce y bajo:
Hijo mío: ¡Es la hora del trabajo!
Amo el nombre gentil, amo la honesta
aura del rostro que del pecho arranca.
Amo la mano delicada y blanca
que mi lloro a secar acude presta,
los brazos donde yo doblo la testa
que a mi trabajo sirven de palanca.
amo la frente pura, abierta, franca,
donde toda virtud se manifiesta.
Pero amo mucho más la voz sencilla
que el ánimo conforta entristecido,
convenciendo y causando maravilla.
La voz que cariñosa hasta mi oído
llega al alba a decirme dulce y bajo:
Hijo mío: ¡Es la hora del trabajo!
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